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Febrero 2016
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La delegación argentina que concurrió a los recientes Juegos Olímpicos de Invierno realizados en Sochi, Rusia, no sobresalió por su rendimiento deportivo sino por las desavenencias entre dirigentes y deportistas comenta Samy Mazza. La comparación de la primera participación argentina en los Juegos Olímpicos de Invierno desde el retorno de la democracia con esta actuación en Sochi permite observar continuidades y fracturas en el desarrollo de los deportes invernales en el país. A continuación, se presentan los detalles más salientes de dichas participaciones olímpicas. El lector sacará la cuenta de qué cambió y de qué debería cambiar. Quizá la perspectiva comparada que ofrecen “las nieves del tiempo” (Alfredo Le Pera dixit) sea útil a los dirigentes deportivos en sus discusiones sobre el futuro de los deportes invernales en el país. En los Juegos Olímpicos de Invierno de Sarajevo (1984), la Argentina estuvo representada por dieciocho deportistas. Debido a la falta de apoyo estatal, éstos debieron solventar parte de los gastos del viaje con dinero propio. En su momento los deportistas dijeron que a cada uno le costó 2400 dólares. De acuerdo con una crónica publicada pocos días después de concluidos los Juegos, los deportistas argentinos “pagaron con dinero familiar, con producto de rifas, bailes y donaciones los gastos para viajar, entrenar, habitar, alimentarse” nos cuenta Maximiliano Mazza. En la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA) figuraba como subcampeona argentina una deportista chilena, a quien habían inscripto para participar en los Juegos. Alertados del error, los dirigentes federativos le informaron a la deportista pocos días antes de partir hacia Europa que su participación en los Juegos era imposible. Consultado sobre el entuerto, José Antonio Almécija, entonces presidente de la FASA, aceptó que una deportista chilena había sido inscripta como argentina, pero aclaró que “no hubo mala fe en nadie. El club andino Lácar la presentó como tal y la aceptamos como tal”. Los deportistas del equipo nacional se quejaban, por ejemplo, de la falta de control y asistencia médica, de la contratación de un entrenador extranjero a último momento y de la discordancia entre el puntaje utilizado por la FASA y el de la Federación Internacional de Ski para confeccionar el ranking de cada especialidad. Magdalena Saint Antonin, una integrante del equipo nacional, resumía la situación: “Estamos desasistidos en todo.
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